viernes, 13 de junio de 2008

Sin agua y sin jugo

En La Nube Errante (del 2005 pero estrenada en el país en febrero y recientemente editada en dvd), el director taiwanés Tsai Ming-Liang lleva al paroxismo sus antojos y obsesiones personales convirtiendo al film en una absurda muestra de autoindulgencia.

Taipei, la capital de Taiwán, sufre una profunda sequía y como el agua no alcanza la gente para calmar su sed utiliza sandias en su reemplazo, y no sólo para hacer jugo. Estos enormes frutos terminan siendo el centro de la historia (si es que se la puede llamar así), con usos y apariciones múltiples. La idea es simple y está buena pero Ming-Liang no logra aprovecharla al taparla con sus caprichos e incongruencias de género.

Un acto sexual muy particular abre la película en una primera escena muy bien lograda generando altas expectativas por lo que vendrá, pero éstas se van evaporando al transcurrir la trama. O mejor dicho, al no transcurrir la trama: mucha descripción visual (largos minutos de personajes caminando por pasillos y escaleras) y pocos hechos hacen que el espectador se distraiga o pierda el interés. Sobre todo porque la película está catalogada como comedia pero no lo es.

De hecho, Ming-Liang intenta cruzar géneros tan dispares que sólo logra darle torpeza e incoherencia a la obra como unidad. Juega con el porno, pero las escenas de sexo (excepto la mencionada anteriormente) no llegan a ser ni explícitas ni sugestivas y no aportan nada; con la comedia musical, al incluir pequeños números musicales poco atractivos, bastante tontos y aburridos; y con el humor absurdo, fracasando rotundamente dada la incompatibilidad con esa pretensión arty de crear una atmósfera densa producto de un tempo narrativo parsimonioso, por momentos exasperante (una escena salida de la nada de una mujer pariendo una sandia irrita en vez de hacer reír).

Pero lo que uno más lamenta es ese final desperdiciado: una idea genial que hubiese sido una gloria en manos de gente con un mejor manejo del humor retorcido y escatológico, como John Waters o Takashi Miike.

Un tema aparte es el aspecto estético, en el cual el talento del taiwanés es realmente innegable. Planos largos, y por lo general fijos, de mucha belleza y destreza y una puesta en escena de exteriores admirable.

Ming-Liang (realizador entre otras de El río, The hole –en la cual el agua sobraba- y ¿Qué hora es allí? –cuyos protagonistas retoma en La Nube-) en más de una ocasión dijo que para él el cine es un arte de la mirada y que nunca tuvo deseos de convertirse en un narrador de historias. En ese caso, debería haberse dedicado a la fotografía (o a la dirección de arte).


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